Aspectos pedagógicos de la evaluación competencial

 

El sistema educativo actual se centra en el desarrollo de competencias, es decir, más allá de la adquisición de conocimientos básicos, se basa en el desarrollo de la capacidad de aplicarlos en situaciones prácticas o reales. Los Decretos Gaurtik geroa hezten dejan claro que hay que poner el foco en la evaluación de las competencias.

La Orden de Evaluación se refiere también en su artículo 3 a los objetivos de la evaluación y define así el objetivo de la evaluación.

1.– La evaluación tiene por objeto regular el proceso de aprendizaje, detectar las dificultades y avances del alumnado para adaptar la acción educativa a las necesidades del alumnado y comprobar el grado de adquisición de las competencias clave y específicas de las distintas áreas, materias y ámbitos, en función de los ritmos y competencias de aprendizaje de cada alumno y alumna.

2.– La evaluación deberá utilizarse como herramienta de mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje. La evaluación permite al profesorado y al alumnado conocer el proceso de aprendizaje e identificar los avances y dificultades que se producen a lo largo del proceso educativo. Por tanto, la evaluación debe planificarse dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje y adoptar las decisiones adecuadas para regularla.

3.– La evaluación debe realizarse siguiendo el modelo de aprendizaje competencial implementado por el equipo docente. En este modelo competencial la orientación y la atención educativa a todo el alumnado son los principales instrumentos para fomentar el acompañamiento al aprendizaje y la continuidad educativa en las etapas de Educación Infantil, Educación Básica y Bachillerato.

Partiendo de estas ideas, la evaluación competencial debe tener en cuenta varios aspectos:

 A. La evaluación, proceso continuo

Entender la evaluación como un proceso continuo es un aspecto fundamental del proceso educativo. La evaluación no es una actividad aislada, sino un proceso para documentar sistemáticamente la evolución del aprendizaje y tomar decisiones basadas en evidencias múltiples. La evaluación continua requiere, por tanto, la recopilación de evidencias de aprendizaje a través de instrumentos de evaluación y su análisis con herramientas de evaluación para la posterior toma de decisiones.

La evaluación continua permite adaptar el proceso de aprendizaje, y establecer medidas de refuerzo educativo nada más detectar dificultades y optimizar así el proceso de aprendizaje de cada alumno o alumna.

 B. La evaluación por competencias

La evaluación por competencias mide la capacidad del alumnado para afrontar situaciones complejas. No es suficiente con la memorización de conocimientos básicos, el profesorado debe permitir al alumnado su aplicación en contextos reales o prácticos. De esta forma, el aprendizaje se convierte en algo significativo y desarrollan competencias que les serán útiles en el futuro. La evaluación por competencias es imprescindible para que la experiencia educativa sea enriquecedora y para que el alumnado se prepare para afrontar situaciones reales, basándose en los criterios de evaluación de cada área o materia que determinan los decretos.

 C. Función formadora y formativa de la evaluación

Fomenta el desarrollo integral del alumnado y garantiza un proceso de aprendizaje eficaz y significativo.

La evaluación formativa, ebaluazio hezitzailea, es un proceso continuo que realiza el profesorado para dar retroalimentación al alumnado y mejorar su proceso de aprendizaje. Este proceso fomenta el desarrollo personal, académico y social del alumnado, favoreciendo su autonomía y autorregulación. El alumnado toma conciencia de su propio proceso de aprendizaje y el profesorado puede utilizar esta información para adaptar las estrategias de enseñanza. La evaluación formativa identifica las dificultades y logros del alumno o alumna, ofreciendo vías para su mejora.

La evaluación formadora, ebaluazio hezigarria, es el proceso de autoevaluación y autorregulación que realiza el alumnado por su cuenta. Este proceso permite al alumnado identificar sus puntos fuertes y débiles y fomenta la participación activa en su proceso de aprendizaje. Gracias a ello, se convierte en una herramienta para educar a un alumnado crítico y reflexivo, reforzando también su compromiso con la sociedad.

Ambos tipos de evaluación colaboran para mejorar el proceso de aprendizaje. La información obtenida a través de la evaluación sirve al profesorado para mejorar las estrategias pedagógicas y al alumnado para comprobar su progreso. Así, la evaluación no es sólo un instrumento para medir los resultados, sino un medio eficaz para fomentar el aprendizaje.

 D. Personalización de la evaluación

No todo el alumnado aprende al mismo ritmo o de la misma manera, por lo que el proceso de evaluación debe ser flexible e individualizado. La evaluación debe atender a los ritmos de aprendizaje y a las características de cada alumno y alumna, ofreciendo un andamiaje pedagógico. Esto significa que la evaluación debe ser individualizada, teniendo en cuenta el contexto y las necesidades del alumnado, y al mismo tiempo flexible, permitiendo adaptar las estrategias e instrumentos de evaluación a las necesidades de evaluación del alumnado.

La evaluación personalizada permite identificar de forma precisa las dificultades y avances de cada alumno o alumna. La detección precoz de las dificultades permite establecer medidas de refuerzo educativo y la identificación de avances ofrece la posibilidad de reforzar la motivación del alumno o alumna. De esta forma, la evaluación garantiza que se tienen en cuenta las necesidades de cada alumno o alumna, dando a todos las mismas oportunidades de éxito y fomentando la equidad educativa.

 

 E. Retroalimentación, actividades de transferencia y metacognición dentro del proceso de evaluación

Para garantizar que el proceso de evaluación es formador y formativo, es necesario poner en práctica los siguientes procesos.

Retroalimentación: componente fundamental del proceso de evaluación que promueve la mejora continua del aprendizaje. La información específica, constructiva y extemporánea proporcionada por el profesorado permite al alumnado mejorar su actuación, identificando sus puntos fuertes y áreas de mejora. Una retroalimentación eficaz fomenta la autorregulación y la motivación del alumnado, proporcionándole orientación hacia la consecución de los objetivos de aprendizaje. Además, fomenta el diálogo pedagógico entre profesores y alumnos, convirtiendo el proceso de aprendizaje en una experiencia colaborativa y participativa.

Actividades de transferencia: son imprescindibles para desarrollar la capacidad de aplicar lo aprendido a diferentes contextos. Estas actividades permiten al alumnado utilizar los conocimientos y habilidades adquiridos en situaciones nuevas y contextos más cercanos a la realidad. Las actividades de transferencia fomentan el pensamiento crítico y creativo, desafiando al alumnado a aplicar conocimientos abstractos a realidades concretas. Esto permite un aprendizaje más significativo y duradero y proporciona al alumnado herramientas para afrontar los retos del futuro.

Metacognición: la capacidad del alumnado para reflexionar y comprender sus procesos de pensamiento y aprendizaje es un aspecto fundamental del proceso de evaluación. Las estrategias de metacognición permiten al alumnado tomar conciencia de su proceso de aprendizaje, planificarlo, monitorizarlo y evaluarlo. Esto fomenta el aprendizaje autónomo y autorregulado, dotando al alumnado de capacidad para identificar sus fortalezas y debilidades y adaptar sus estrategias de aprendizaje. Fomentar la metacognición permite al alumnado asumir la responsabilidad de su aprendizaje, sentando las bases para el aprendizaje a lo largo de toda la vida.

 F. Evaluación inicial, continua y final

La evaluación es un componente fundamental del proceso educativo que debe atender a diferentes aspectos, garantizando lo siguiente.

Evaluación inicial: es el punto de partida del proceso educativo. Se realiza al inicio del curso o de una situación de aprendizaje y tiene como objetivo principal determinar la situación de partida del alumnado. Cumple, por tanto, una función de diagnóstico, permitiendo al profesor adaptar la planificación docente a las necesidades y dificultades del alumnado. Esto permite planificar de forma eficaz las estrategias de enseñanza.

Evaluación continua o de proceso: se lleva a cabo durante el proceso de enseñanza-aprendizaje. La evaluación continua recoge evidencias a lo largo del curso, permitiendo al profesorado ajustar continuamente sus estrategias pedagógicas. Este proceso ofrece una visión más precisa del proceso de aprendizaje, permitiendo seguir el desarrollo del alumnado en tiempo real.

Evaluación final: se realiza al cabo de un periodo educativo. Su objetivo fundamental es comprobar los aprendizajes realizados en este periodo. Valora las competencias adquiridas por el alumno o alumna al final de un periodo educativo, asegurando los logros alcanzados y midiendo el desarrollo general del alumno o alumna.

 G. Elementos de organización curricular como eje

Los elementos de organización curricular son el perfil de salida, los descriptores operativos, las competencias clave, las competencias específicas, los criterios de evaluación y los saberes básicos.

Perfil de salida: nivel que todo el alumnado debe alcanzar en las competencias al finalizar la educación básica, lo que le permitirá desarrollar con éxito el proyecto de vida y seguir desarrollando las competencias clave a lo largo de la vida.

Competencias clave: actuaciones que se consideran imprescindibles para que el alumnado pueda avanzar con éxito y afrontar los principales retos y desafíos a lo largo de su vida. Son las que todas las personas necesitan para su realización y desarrollo, así como para fomentar la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo.

Competencias específicas: medidas que el alumnado debe saber utilizar en aquellas actividades o situaciones en las que sea necesario el conocimiento básico de cada área y materia. Las competencias específicas son elementos de conexión y definición de las competencias clave con los conocimientos básicos y criterios de evaluación de las materias.

Criterios de evaluación: referentes que indican los niveles de actuación que el alumnado debería alcanzar en un momento determinado del proceso de aprendizaje en las actividades o situaciones mencionadas en las competencias específicas de cada área o materia.

Saberes básicos: conocimientos, habilidades y actitudes propias de las áreas, materias o ámbitos que cualquier persona debe dominar, articular y movilizar junto con las competencias definidas en las competencias específicas para resolver problemas o afrontar retos en determinadas situaciones. Estos conocimientos básicos se seleccionan por su contribución a la adquisición y desarrollo de competencias específicas, aunque la lógica disciplinaria ayuda a organizarlos y presentarlos mejor.

Los elementos de organización curricular son imprescindibles para orientar el proceso de aprendizaje de forma completa y eficaz. En definitiva, ayudan a realizar el aterrizaje curricular de la forma más adaptada posible. Estos elementos promueven un aprendizaje significativo y contextualizado, ayudando al alumnado a adquirir los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para afrontar los retos del futuro y desenvolverse con éxito en una sociedad cambiante. De esta forma, la organización curricular garantiza el desarrollo integral de los alumnos para que éstos alcancen el perfil de salida esperado al final de la etapa educativa, convirtiéndose en miembros activos y comprometidos de una sociedad democrática, justa y sostenible.

 

Última actualización, 08/04/2025